Comunicar es compartir una información racional y emocional, poniéndola realmente en común, acordando con la otra persona su significado y valoración. Y eso no se consigue plenamente sin la intervención de la conducta no verbal.
El lenguaje corporal puede revelar tanta o más información que las palabras. La conducta no verbal funciona como las cookies en internet: sin darnos cuenta, nuestro cuerpo transmite constantemente información sensible sobre nuestras intenciones, sentimientos y personalidad. Incluso cuando estamos quietos o en silencio, los gestos, las posturas, las expresiones faciales y la apariencia hablan por nosotros, y pueden resultar muy elocuentes.
El lenguaje corporal cuenta quiénes somos, cómo nos sentimos o cuáles son nuestros gustos. En la interacción, la conducta no verbal informa además de nuestro grado de comprensión y nivel de acuerdo, e incluso puede desmentirlo que estamos diciendo en ese momento.
Hablar es mucho más que reunir palabras de forma más o menos afortunada; escuchar es mucho más de que oír; y comunicar es mucho más que enviar y recibir paquetes de datos.
Convertirse en un buen comunicador no verbal requiere, por tanto, desarrollar la autoconsciencia de la conducta corporal, de la misma forma que los deportistas de élite perfeccionan la propiocepción para reconocer la posición y condiciones de su musculatura.
Los canales del lenguaje corporal
La conducta no verbal se expresa principalmente a través de siete canales que, junto al discurso verbal, conforman la comunicación:
Expresiones faciales
Son el indicador emocional más potente, y en lo primero que centramos nuestra atención al interactuar. En fracciones de segundo nuestro cerebro emocional decide por su cuenta y riesgo si una cara nos gusta o no, un proceso en el que inicialmente no interviene la razón, y en el que no hay tiempo para pronunciar ni media palabra. En la cara se reflejan de manera innata y universal las siete emociones básicas: alegría, sorpresa, tristeza, miedo, ira, asco y desprecio. Cada una tiene su propio código. Aprender a distinguirlas, imprescindible para dominar el lenguaje corporal.
Gestos
La gestualidad tiene un elevado componente cultural, aunque las últimas líneas de investigación indagan también el origen genético de algunos gestos, como las expresiones de orgullo, triunfo y poder. Los gestos ilustradores (acompañan el discurso verbal y preceden en milésimas de segundo a las palabras) tienen una estrecha vinculación con la credibilidad. Otros tipos de gesto son: emblemáticos (tienen su propio significado sin necesidad de palabras), adaptadores (manipulaciones de nuestro propio cuerpo u objetos para canalizar las emociones), reguladores (con los que dirigimos la interactuación) y manifestadores de afecto (con los que transmitimos nuestros sentimientos).
Paralenguaje
La voz puede decir mucho más que las palabras: el paralenguaje es el indicador emocional más fiable, junto con las expresiones faciales. El volumen, tono o velocidad de nuestra voz revela importante información, especialmente cuando intentamos ocultar nuestras emociones. Nos ocurre a menudo, por ejemplo, al hablar por teléfono con personas muy cercanas: basta escuchar su tono al contestar para saber que algo no va bien. La voz tiene también una enorme influencia en la credibilidad y la persuasión: voces nasales, tonos agudos y volúmenes altos tienen menos crédito en el público. Y recuerda: el silencio también comunica.
Posturas
La postura corporal expresa básicamente el grado de interés y apertura hacia los demás, reflejados en la exposición y orientación del torso. También es un potente indicador del estado emocional y predisposición a la acción: posturas expansivas indican satisfacción y actividad; mientras las posturas de contracción se vinculan a la negatividad y la pasividad. Los últimos descubrimientos revelan que las posturas influyen en nuestro estado de ánimo y en la segregación hormonal. Visualmente, la postura tiene también una gran incidencia en nuestra imagen personal, sobre todo para transmitir confianza, estabilidad y seguridad.
Apariencia
La apariencia continúa siendo uno de los canales más influyentes de la comunicación, a pesar de los avances sociales y del esfuerzo normativo en la lucha por la igualdad. El aspecto de una persona nos habla de su edad, sexo, origen, cultura, profesión, o condición social y económica, entre otros muchos datos. Por más que intentemos sustraernos de los estereotipos, la apariencia sigue siendo la principal fuente de información a la hora de formarnos una primera impresión de alguien. Y ya se sabe, no hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. Algunos estudios acreditan también la influencia de la apariencia en la persuasión, como el uniforme en las fuerzas de seguridad o la bata blanca en el caso de los médicos.
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